19 de febrero de 2011

*HUMO

                                   


                                                                                              Para Eduardo 
                                                                                                -ojos color de humo.



Del espacio, que parece contraerse, sale ella. Baila a tu lado. Extiende su mano hacia ti y te convida de la pipa de sus labios. Aspiras. Suspiras, luego.
Conforme avanza la noche, ella se te antoja más blanca y más cercana. El vértigo. La música inunda el espacio. Las cosas se han maximizado rítmicamente.
Tratas de recordar la primera vez que la viste bailar. No puedes. Tratas de recordar su nombre, su cara, mientras tu cuerpo busca un apoyo. El vértigo.
El cristal de la ventana te devuelve una mueca marina. Tu cara está salada de sudor y has fruncido el ceño como si una tempestad se acercara. Tratas de bailar tú también, pero tus piernas no se mueven. Levantas una mano para calibrar tu posición, un vaso cubre tu cara mientras ella te mira. No quieres que se guarde tu imagen en la memoria. Es lo único que puedes hacer para pagarle tu olvido. Cómo te llamas. El vértigo de tu memoria. La música.
El resto del tiempo sólo percibes un sonido prolongado. La boca seca. Y el humo verde: intenso y difuso. Cada vez más verde.
La noche es día ahora. Aquella hormiga caminando por encima de ti no pudo llevarse la mano, tu mano, que intentaba calibrar lo que fuera. Sabes que la hormiga te miró verde, eras hierba también tú. Mientras, ella seguía bailando. Tú la miras ¿Puedo mirarte? El vértigo. Crees verla salir por la ventana ¿Adónde?
La sala está vacía, tus entrañas, la pipa. Vacías. En algún espacio de tu cabeza, la música ¿Ella? La vista no te la ofrece ahora ¿Alguna vez te ofreció algo? Tus ojos han visto muy poco hasta ahora: una hormiga.
Las cosas comienzan a multiplicarse. Tus manos llenas de hormigas, tu boca. El vértigo. De tus ropas escurre un líquido viscoso y verde. Las ventanas forman una fila de cristales. Los objetos repetidos bailan. Un escozor recorre tu cuerpo de hierba, tu cuerpo húmedo y verde. Miras centenares de hormigas trazar una ruta sobre ti. Por última vez, el vértigo.
Sólo la música de esta sala vacía. Desde el piso, después, las hormigas y un grito, lejano, de ti mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario